domingo, 16 de mayo de 2010

Votar y no-votar, las dos opciones inútiles


Un reflujo de podredumbre corre por encima nuestro a nivel internacional, los llamados “mercados” se han convertido en la entidad totalitaria que muchos ya vaticinaban. Las democracias occidentales se han acabado de transformar en una bufonada desagradable. La principal función de la política parlamentaria, que es la de decidir como se distribuye la riqueza o la pobreza entre la ciudadanía, ya es cosa de organismos supranacionales jamás votados por nadie, y ahora los políticos (excluyendo a aquellos del Partido Podrido que siempre han tenido claro su espacio corrosivo) deberán buscar en su restringido mercadillo de las ideas cosas que ofrecernos para entretenernos; selecciones nacionales, peleas por el agua, prohibiciones de toros, ensañamiento con los inmigrantes,  banderas e himnos esperanzadores, baratijas políticas o recursos locales aun no interesantes para los “mercados”. Lo que importa ha quedado en manos de la comunidad de incompetentes, delincuentes y mediocres que lideran esta cosa llamada “mercado” barnizado con el palabro liberal, una cosa que se lo traga todo a una velocidad vertiginosa, más propia de un agujero negro. La humanidad ha quedado al azar de las ficciones de la economía, de ideas irreales como el dinero que se convierten en reales por la fuerza y por medio de la violencia, del mismo modo que cualquier cosa puede ser real para alguien sometido a la tortura. Vivimos una época de golpismo e involución mundial, que en España se ve particularmente “enriquecida” por nuestros propios desafectos a la democracia, aquellos que protegen a corruptos, que de hecho fomentan la corrupción y el sálvese quien pueda,  aquellos que impiden a familias reencontrarse con sus asesinados, aquellos que sólo tienen una idea; alcanzar el poder y utilizar lo público para enriquecerse furiosamente a cualquier precio. Votar nunca fue tan absurdo, y no votar nunca fue tan útil por ejemplo para el Partido Podrido; es lo que tienen los “mercados”; intentan ocupar todo el espacio existente ahogando cualquier opción consiguiendo que votar y no-votar sean alternativas igual de tristes la una que la otra.

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