domingo, 24 de enero de 2010

Los delincuentes de siempre


Considero que aunque este es un tema abordado con frecuencia y con más o menos gracia en diferentes medios, quizá es uno de los más importantes que se estan tratando hoy en la sociedad española, por su significación en cuanto a la calidad humana de todas las ciudadanas y ciudadanos de este país, y por lo tanto no puedo esquivar la obligación de hablar sobre él. Máxime cuando el contexto económico posibilita a los demagogos y delincuentes sociales de siempre sacar partido del mismo.

Se trata de la inmigración, asunto que como era de esperar ha venido a convertirse, después del advenimiento de la crisis provocada por la comunidad occidental de estafadores y buhoneros que detenta el poder en el nuevo producto estrella. En su tiempo, esos autodenominados políticos, que en realidad son mercachifles sin escrúpulos, capaces de expandir el odio entre los ciudadanos a cambio de salvar sus miserables fortunas, atizaron la llegada de mano de obra ilegal de todo el mundo para enriquecerse de forma rápida defraudando a la hacienda pública, esclavizando a los trabajadores recien llegados, evadiendo sus obligaciones legales no contratandoles, reventando los salarios de los trabajadores locales mediante el delito laboral, fiscal y penal.


Ahora que ya han hecho uso y abuso de la mano de obra inmigrada pretenden expulsarlos, negarles los derechos básicos, en aras de no sabemos que; ¿Pureza racial? ¿Unicidad cultural? ¿En defensa de una ley que ellos resquebrajaron con entusiasmo cuando se forraban? ¿O para generar cortinas de humo? Resulta clarificador ver como el pacto que sirvió para que chorizos amparados en los paraguas socialista y convergente confabularan para estructurar estafas inmobiliarias, haya servido también en Vic para intentar arremeter contra los más desprotegidos mediante la negación del empadronamiento a inmigrantes irregulares. Los mismos populares, socialistas, convergentes, que han permitido la especulación y el saqueo inmobiliario de los últimos 20 años, la acción ilegal de inumerables patronos que han cimentado sus fortunas en mano de obra esclava, ahora pretenden que desviemos nuestra atención hacia los más débiles.

Cretino, sinverguenza, pusilánime, cobarde será quien siga sus pautas. Más que nunca lo que ahora necesitamos es solidaridad entre las gentes de la calle, los ciudadanos de a pie con o sin papeles. Esa es la política prioritaria que puede compensar la política de los delincuentes habituales.



domingo, 3 de enero de 2010

Parasitismo e historia humana

Conforme avanzo en el estudio de la historia, y reconozco que lo hago lentamente, una de las sensaciones que va apoderándose de mi es la de que la especie humana desde el neolítico (quizá antes) ingresa, ya sea voluntariamente o por la fuerza del entorno en una cierta categoría de parásito. Un parásito que además no se conforma con vivir a costa de otras especies, deteriorando su calidad de vida, si no que se empeña en una empresa inacabable cuyo fin es el parasitismo interno entre los miembros de su propia especie.

Nunca hemos definido, supongo que por chauvinismo antropocèntrico, nuestra propia actividad en relación a otras especies como parasitismo, pero para mi es algo que parece meridianamente claro. La domesticación de ciertos animales se ha entendido como un trayecto incuestionable y lógico, pues el mundo ha sido interpretado como hecho a medida del ser humano (principalmente del ser masculino), y eso se ha llegado a justificar en base a un dios o diferentes dioses, o al mismo explicado de diferentes formas. Sin embargo nunca nos hemos atrevido a decir la verdad; hoy por hoy somos seres parasitarios y tenemos una tendencia sensacional a extenuar nuestro entorno, hasta llegar al planeta Tierra entero. Nada se salva, ni bosques, ni animales, ni minerales, ni nosotros mismos...

Dos saltos marcan el camino hasta nuestra actual civilización insostenible, el neolítico y la industrialización 1. Ambos fundamentados en la esclavización-parasitación de alguien, primero animales y vegetales, luego seres humanos. Cuando releo la historia de las primeras evoluciones de los estados y del mundo urbano en Mesopotamia; Uruk, Ur o Ubaid (un proceso que también se da de forma similar en América y en Asia en momentos cronológicos distintos) 2, me pregunto que fenómeno pudo llevar al ser humano a apostar por un sistema en el que en definitiva, quien trabaja es la víctima de una maquinaria infernal truculenta fundamentada en la rapiña metódica, y que tiene como fin último nutrir a una casta de privilegiados que no se diferencian en nada del resto, pero que malversan de forma grotesca la energia humana, animal y vegetal.

En el caso de Próximo Oriente, unos seres humanos que consiguieron domesticar a determinados animales y vegetales, se dice que encontraron un entorno con un potencial económico enorme en el Delta del Tigris y el Eufrates, y que aquella riqueza les facilitó el sedentarismo casi definitivo, y una capacidad de planificación privilegiada para sus vidas. Fundaron sus primeros focos de “civilización” pero al principio, al menos eso es lo que parece en Ubaid, no había clases, e imperaba una cierta igualdad.

A aquellos procesos de domesticación antiguos quizá aún no les podríamos denominar como parasitismo, porque aún no suponen un nivel de extracción de energía tan extenuante ni una caida significativa en la calidad de vida de los animales o vegetales afectados, tal y como si lo suponen actualmente, época en la que se puede afirmar (y en eso tal vez tiene razón Ratzinger) que el infierno existe y lo sufren algunas especies a manos de los humanos. Pero estos hombres de Ubaid o Uruk y sus descendientes llegaron más lejos y empezaron a materializar sus creencias espirituales en forma de sofisticados templos y monumentos. ¿Podemos decir que malbarataban el potencial bienestar que habían ganado con sus supuestos progresos neolíticos? ¿Podríamos aventurarnos a decir que no estaban preparados para disfrutar del mundo sin complicaciones?

Los zigurats, las pirámides, o el megalitismo son para mi misteriosos fenómenos de imbecilidad, construcciones que para nada admiro y que sin embargo me atemorizan. Parece el inicio de un camino incomprensible, en el cual la especie humana malversa el maravilloso tiempo del que dispone trasladando enormes bloques de piedra, o transformándolos, para representar lo inconexo, lo otro. Un intento que lleva a la humanidad a convertir a lo otro en estatua en lugar de amarlo. Transforma a lo otro en si mismo, en la élite que asume el poder e inmoviliza sus ganancias económicas en forma de iconos que destruyen la verdadera comunicación con el mundo 3.

Estos templos tenían que ir acompañados de sus especialistas en la interpretación del mundo, aquellos que un paso más allá se convertiran en sacerdotes, que después necesitaran no trabajar para seguir mediando, y a ese monopolio de la mediación le daran una relevancia privilegiada, o incluso pondran su actividad por encima del trabajo real y necesario. Del mismo modo que estos empresarios de ahora que cuando llaman desde el móvil en el puente aereo o desde el AVE para hacer un trapicheo también dicen que trabajan. ¡Qué haríamos la clase productora sin ellos! Los avispados de la antigüedad también acumularon excedentes, en su caso mediante una agricultura hostil al medio pero hiperproductiva inicialmente, exigiendo cada vez más recursos para realizar sus actos ceremoniales, sus fastos, sus epifanías. Acabaron creando ciudades parasitarias, ciudades que eran un agujero negro en aquel contexto social, ciudades que no generaban nada, únicamente demandaban 4. Tal vez hoy, las nuestras, siguen siendo en esencia algo similar.

Como llegaron los sacerdotes a convertirse en una casta de depredadores que chupaban cada vez más la sangre de los campesinos es difícil saberlo. ¿En que momento la jerarquización de la sociedad dió el salto cualitativo sin retorno?; difícil averiguarlo. El caso es que aquí estamos ahora, en una sociedad, que como otras muchas, la egipcia, la hitita, la babilónica, la franca, la romana, la andalusina, no puede funcionar sin penalizar el trabajo. Quien trabaja es el más perjudicado, y es quien soporta a toda una pléyade de parásitos que se autodefinen de muchas formas amables pero que únicamente dedican su esfuerzo a sacar margen de la clase productora.

Hacer un viaje sin vendas en los ojos a través de la historia es pedagógico, aunque tal vez inútil, quien sabe. Ver como tanta gente se obsesiona en no trabajar y para ello se adorna con todo tipo de ropajes simbólicos, prefiere explicar imbecilidades cósmicas (a ser posible excluyentes para eliminar competidores), rellenar el vacío con construcciones sofisticadamente burdas, mercadear con el trabajo de otros para extraer jugosas plusvalúas, traficar con carne maltratada, vender a sus congéneres con excusas religiosas, raciales o sin excusas, inventar mecanismos de representación del trabajo para poder especular (dinero, hipotecas, préstamos) 5, asesinar en nombre de quien sea y de lo que sea, obligar a construir templos, catedrales, pirámides, obligar a hacer aquello más absurdo posible para aturdir a la víctima y desactivar de ese modo su sentido común.

No nos engañemos, la nuestra es ahora una escala de parasitismo superjerarquizada, de la cual participamos de algún modo, en la que al final, abajo del todo, encontramos a los animales y a las plantas, a nuestro medio natural, porque a pesar de que las religiones monoteistas y el pensamiento divulgativo humano no quieren reparar en el tema, es evidente que nosotros no somos más que otra especie dentro del mundo orgánico, y es obvio que nuestra dinámica de parasitación nos hace, al igual que un tremendo virus, la más peligrosa y catastrófica del planeta.

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1 Sobre el concepto de revolución neolítica Vere Gordon Childe “Orígenes de la civilización” México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1967. Sobre la revolución industrial Eric Hobsbawm “En torno a los orígenes de la revolución industrial” Madrid. Siglo XXI, 1983,


2 Mario Liverani “Uruk, la primera ciudad” Barcelona, Bellaterra, 2006. “El antiguo Oriente; historia, sociedad y economia” Barcelona. Crítica, 1995, Amelie Kuhrt “El Oriente Próximo en la antigüedad. C, 3000 – 330 a.C.” Barcelona. Crítica, 2001. Carlos G. Wagner “Historia del cercano Oriente” Salamanca. Ediciones Universidad de Salamanca. 1999.


3 Simone Weil en general en diferentes partes de su obra trata este fenómeno de aproximación a lo otro de un modo que ha inspirado en mi este punto de vista.


4 Diversas hipótesis acerca de los orígenes del estado; Charles L. Redman “Los orígenes de la civilización. Desde los primeros agricultores hasta la sociedad urbana en el próximo oriente” Barcelona. Crítica, 1990. Kent V. Flannery “la evolución cultural de las civilizaciones” Barcelona. Anagrama, 1975. Karl A. Wittfogel “Despotismo Oriental; estudio comparativo del poder totalitario” Madrid. Guadarrama, 1966. Elman R. Service “Los Orígenes del Estado y de la civilización : el proceso de la evolución cultural “ Robert Mc Adams “The Uruk countryside : the natural setting of urban societies” Chicago. The University of Chicago Press. 1972. Robert Carneiro “The Evolution of society : selections from Herbert Spencer's Principles of sociology” Chicago. The University of Chicago Press. 1967. Esther Boserup “Las Condiciones del desarrollo en la agricultura : la economía del cambio agrario bajo la presión demogràfica” Madrid. Tecnos, 1967.


5 Sobre la invención de conceptos económicos, Karl Polanyi “La Gran transformación : crítica del liberalismo económico” México D.F. Fondo de Cultura Económica. 1992,

Ocultar víctimas con víctimas

[En relación al artículo publicado en El Pais por J. B. Culla i Clarà el 13 de marzo de 2009; Doble vara de medir]

Al mismo autor le dedico un nuevo post. Lo siento. No es que quiera hacer un monográfico en La Réplica sobre Culla i Clarà, el problema estriba en que me tropiezo con sus panfletos en El País, periódico del cual desgraciadamente leo algunas cosas cada día.


Aquí el autor protesta con toda la razón sobre la absoluta falta de interés mostrada por medios, por esa cosa llamada “opinión pública” que de pública tiene más bien poco, y por las organizaciones no gubernamentales, partidos políticos y otros actores civiles. Efectivamente tiene razón; África parece un mundo a parte que no merece ser considerado. En el Congo mueren 1200 personas cada día desde hace 10 años (es un promedio) y eso nos lleva a considerar que desde hace este tiempo han muerto 4 millones de personas, sin embargo nadie denuncia con suficiente vigor o convoca una manifestación de protesta contra semejante atrocidad.


Tiene toda la razón Culla i Clarà. El problema, lo que lo estropea todo, es que su objetivo no es denunciar semejantes atrocidades para salvaguardar o defender la vida de las poblaciones afectadas, sino que se trata de comparar cantidades de muertos para demostrar que lo que pasó en Gaza y las reacciones que hubo eran injustificadas (¿Es eso?).


Sinceramente es repugnante, y demuestra la poca catadura moral del escribano. La cuestión en este planeta no estriba en comparar quien es mas malo, quien mata a mas gente, ni en imponer índices a partir de los cuales hay que protestar o no. ¿A partir de cuantos muertos es aceptable que se queme una bandera? ¿A partir de cuantas víctimas se puede convocar una manifestación ante una embajada? ¿Nos lo dirá esta especie de científico especializado en genocidios?


Su artículo hubiera sido aceptable y hubiera ayudado a que asumiéramos la irresponsabilidad de nuestra pasividad ante las catástrofes de RD Congo y Darfur, facilitando un aumento de la conciencia, de no ser porque su propósito llanamente no era este, sino el de minimizar los crímenes cometidos en Gaza.

Publicado el 14 de marzo de 2009

Joan B. Culla i Clarà

[En relación al artículo publicado en El Pais por J. B. Culla i Clarà el 23 de enero de 2009; Acoso y encarnizamiento]

Sin duda el articulista que genera este artículo en El Pais hoy tiene prisa por hacer méritos de cara a sus posibles mecenas o patrocinadores, de otro modo no se explica como en un único artículo dirigido a sepultar a Joan Saura y a ICV se enfrenta a los siguientes asuntos:

- Ataca al "esperpento de la cruzada contra las bolsas de plástico", ergo es de suponer que es feliz desparramando basura por el mundo de forma innecesaria.

- Se muestra quejoso por la campaña de límite de velocidad a 80 km/h en la zona próxima a la ciudad, por lo que es de suponer que la contaminación y los accidentes le importan un pito. Se agarra a la falta de un estudio homologado que demuestre fehacientemente el impacto positivo de la medida aunque cuesta creer que al señor Culla haya algo que pueda abrirle los ojos ante realidades tan aplastantes como la de Gaza.

- Sigue empeñado en mostrarse escandalizado por una manifestación pacífica contra el ataque salvaje del estado israelí en Gaza (que no manifestación antiísraelí por mucho que inisista) mientras olvida de forma repugnante lo que ha sucedido en el lugar de la tragedia.

- Se incrusta en las dificultades que ha habido en la policía autonómica no sabemos en defensa de quien, aunque si sabemos en contra de quien.

A mi no me preocupa la izquierdofobia de Culla o si le tiene mania personal a Saura por algún asunto privado, lo que me preocupa es que un individuo que defiende la basura, las guerras salvajes, los accidentes de tráfico y la contaminación pueda escribir con tanta asiduidad en un periódico teóricamente liberal y moderado.

Aunque lo peor es pensar que es profesor de historia contemporánea en la UAB. Por favor, ¿Qué hace este señor en las aulas? ¿Reparte sus apuntes sobre distorsión histórica en bolsas de plástico?.

Publicado el 23 de enero de 2009