viernes, 23 de abril de 2010

La derecha y su engaño (los enemigos de la sociedad) I


1. Introducción

Conservar valores y tradiciones es lo que muchos españoles tratan de conseguir cuando votan a opciones de derecha y en concreto al Partido Popular. Es evidente que algunos votan por coherencia con sus propios intereses pero está claro que se trata de una minoría y que el gran atractivo del fenómeno reside en entender porque tantos españoles y españolas de a pie optan por esta opción a todas luces contradictoria con sus intereses y sus valores.

Conservar es lo que los partidos de derechas proponen como medida dirigida a mantener la cohesión patria, pero veamos con detenimiento si eso es cierto, si ese principio fundamental se soporta. Los votantes al PP suelen estar aquejados por diferentes incertidumbres; la inmigración como factor desestabilizador cultural y económico, la inseguridad, la pérdida de tradiciones que creen esenciales como el matrimonio heterosexual, el desmembramiento de la familia como núcleo básico de la sociedad, la pérdida de valor del trabajo.

En esta recopilación de textos me propongo demostrar como, al contrario de lo que los votantes conservadores creen, el entorno conservador abanderado por el Partido Popular funciona como un ariete revolucionario desde hace décadas con el fin de acelerar los fenómenos que precisamente asustan a sus votantes. La gran paradoja es la de que los votantes conservadores dan su apoyo a su enemigo principal a causa de una tremebunda mezcla histórica de conceptos falseados y de un desconocimiento fundamental del funcionamiento del sistema social y económico en el que vivimos sumergidos.

2. La familia, un valor en peligro.

Mucha gente conservadora tiende a votar al Partido Popular porque ve peligrar uno de los referentes más importantes de su vida; el concepto clásico de familia, pero yo diría más, ve peligrar en esencia a la familia como unidad colectiva. Si echamos una mirada retrospectiva es cierto que los que tenemos una cierta edad podemos recordar aspectos positivos de la familia de hace 30 años atrás, evidentemente no todos pero si algunos. Después de 30 años de democracia los que hemos vivido todo el proceso y parte del tardofranquismo deberíamos ser capaces de hilvanar la madeja de efectos que hemos observado y que han conducido a la desintegración de la unidad familiar extensa e incluso de la unidad familiar directa. Deberíamos ser capaces de entender como esto sucede y en beneficio de quien, y quien sigue defendiendo los intereses de los destructores de la familia, para acabar reconociendo el valor de alternativas que dejan la hipocresía a un lado y posibilitan nuevas construcciones colectivas.

Resulta paradójico que personas que participaron inconscientemente en el proceso de desintegración de la familia clásica en sus inicios (años 60) marchando de sus ciudades de nacimiento o de sus pueblos por cuestiones económicas y sociales (para subsistir o para mejorar) ahora apoyen a quienes impulsaron aquel proceso en su inicio. La destrucción de la unidad familiar es uno de los mayores logros del capitalismo, de sus élites financieras y empresariales, porque facilita la depredación sobre el individuo. Cuando la familia extensa existía, aunque las experiencias personales son un mundo, endeudarse de forma estúpida era más difícil, porque había quien te aconsejaba o quien te ofrecía un apoyo alternativo dificultando tu caída en manos de los usureros.

La escalada del consumo también es más practicable con una individualidad exacerbada hasta lo patológico (pieza clave del capitalismo neoliberal) que con núcleos colectivos cohesionados. En España la idiotez del consumo por el consumo empezó durante el franquismo de los planes de estabilización, en la fase tecnocrática del Opus Dei. Eso no debería llevarnos a creer que tiempos anteriores del franquismo eran mejores, pues ha quedado demostrado que cualquier opción ultraderechista, fascista, nazi, falangista, no es mas que una maniobra defensiva de supervivencia del capitalismo salvaje. Por lo tanto el concepto de familia casposa patriarcal no es más que una antesala de su autodestrucción, ya que al estar invertebrada y carecer de autoridad real, al no tener sus bases asentadas en relaciones reales, su desintegración se produce de forma acelerada cuando, acabada la maniobra de coartada y exterminio político, le sucede al proyecto fascista la verdadera meta oculta; el verdadero proyecto capitalista salvaje. Los falangistas deberían recordar quien les perdonó la vida cuando acabó la segunda guerra mundial y porque motivos.

Así pues, en tiempos de Franco, se inició la desintegración familiar, ya que esa unidad no era más que un estorbo para las ansias de depredadores financieros y empresariales. ¡Cuanta gente tuvo que alejarse de su familia y emigrar para buscarse la vida o para “mejorar”! ¿Cual era el significado de ese “mejorar”? Por lo tanto pensar que el Partido Popular es garante de la familia como unidad de cohesión es un error garrafal, pues ellos, emparentados directamente con el franquismo tardío, han contribuido activamente a su destrucción desde hace mucho tiempo. El último periodo claro es el de gobierno de Aznar, un periodo en el cual el endeudamiento de los españoles aumentó gigantescamente, en el cual las hipotecas de alto riesgo se otorgaban con absoluta felicidad, y en el que el ministro de economía del momento y el propio Aznar se vanagloriaban de que en España casi todos los ciudadanos eran “propietarios”. Propietarios de una deuda cada vez mayor, evidentemente. No contentos con la destrucción de la unidad familiar clásica los llamados conservadores (en realidad vemos que son peligrosos revolucionarios) han venido a poner palos a las ruedas en el proceso de construcción de nuevas unidades familiares; parejas de hecho, parejas de personas del mismo sexo, familias de españoles e inmigrantes. Cualquier alternativa abierta es enemiga de su concepción y lo único que les interesa es el raquítico núcleo que queda de la familia clásica rígida, sin bisagras, para que no pueda proyectarse hacía una solidez que los tiempos actuales exigen para hacer frente a la depredación empresarial y financiera que nos sume en el endeudamiento y en el paro.

Así pues tenemos que cuando los votantes conservadores votan al PP votan a favor de la destrucción acelerada de la unidad familiar clásica y de cualquier propuesta alternativa nueva. Y esto es algo que debería ser fácil de entender incluso sin tener en cuenta el pasado, pues cuando el PP y su propuesta neoliberal propugna un mundo fundamentado en el lema de “cada palo aguante su vela” está propugnando un mundo en el cual ninguna solidaridad es posible, tampoco la familiar. Este es el típico asuntos que los votantes conservadores de buena fe sobreentienden erróneamente, pues ellos creen que cuando el discurso neoliberal propone su “sálvese quien pueda” no se refiere a la familia, es una paradoja que expresa su máximo contraste con su propia praxis, pues luego en su vida cotidiana, dichos ciudadanos, son solidarios con sus hijos, nietos, sobrinos e incluso con gente que no pertenece a la familia. No comprenden que el interés de los “conservadores” es continuar su revolución capitalista precarizando cualquier unidad colectiva que pueda ofrecer alternativas solidarias al totalitarismo impuesto por los “mercados”.

(continuará)

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